Los aranceles y algo más

A partir del triunfo de Donald Trump, en las elecciones a la presidencia de los EEUU, se comenzó a hablar, con mayor insistencia, de “Aranceles”, pero no precisamente, como un término técnico utilizado en la gestión de la política fiscal, sino como un instrumento de presión y amenaza del Presidente del país más poderoso, en el trato con el resto del mundo.

En el contexto de la Política fiscal, los aranceles son impuestos o tributos que se aplican en el desarrollo del comercio exterior, es decir, en la compra de bienes y servicios (Importaciones) y, en la venta de bienes y servicios (Exportaciones) y obedecen a estrategias que pueden ser coyunturales o ir más allá de solamente, lo fiscal y responder a la implementación de estrategias de modelos económicos específicos de carácter nacional o regional, a efecto de lograr cambios estructurales. Por ejemplo, en el caso de México y algunos países de  América Latina, los últimos años anteriores a la Segunda Guerra Mundial y hasta los primeros de la década de los cincuentas,  la disminución o suspensión total de las compras de ciertos bienes manufacturados a los países desarrollados, especialmente  a los EEUU,  impulsaron a México, a  iniciar un proceso  de industrialización en algunas ramas, principalmente la manufacturera, incluso se instrumentaron algunos programas de apoyo, como el denominado  “De industrias nuevas y necesarias” y  se reforzaron  las que ya funcionaban, implementando así, en los hechos,  el modelo conocido como “Sustitución de Importaciones”.

Sin embargo, como todo modelo, su implementación ofrece ventajas, pero también, presenta desventajas. Nunca es recomendable extrapolarlo en los términos en los que opera en otro país o en su diseño teórico. En cada caso habrá que adecuarlo a la realidad que exista en donde se quiera implementar, habiendo pasado por un proceso de diseño que implica una minuciosa investigación de factibilidades: Legal, económica, política, administrativa, tecnológica, entre otras, y sus respectivas adecuaciones, si no se quiere tener como resultado, un Elefante Blanco. En el caso de México, sirvió de base para que, a partir de los años 50s y hasta los 70s, se pasara al mejor modelo: que se ha tenido. “El Estabilizador”, conocido también como “El Milagro Mexicano” en el que se registraron altas tasas de crecimiento del PIB (Entre 6 y 7%), estabilidad de la moneda (Peso de 12.50) y muy bajo el índice inflacionario (2%).

Es importante tener en cuenta que, a partir de la segunda mitad del Siglo XX, en el mundo occidental, principalmente, se registró mayor dinamismo en términos económicos, políticos, sociales y tecnológicos, constitutivos de lo que se conocería como el Fenómeno de Globalización. El crecimiento de las grandes empresas transnacionales; La integración económica y la desregulación que conlleva y, los extraordinarios avances tecnológicos, constituirían los ejes que la impulsarían. En tales condiciones, el proteccionismo económico y el nacionalismo como paradigma político fueron siendo sustituidos por los acuerdos regionales, la desregulación arancelaria y la eliminación de las trabas no arancelarias. Surgieron las uniones aduaneras, mercados comunes y tratados comerciales, por países y por productos: MCE (Mercado común europeo), en occidente y COMECON (Consejo de ayuda económica mutua), en el área socialista; MCCA (Mercado común centroamericano); TLCAN-NAFTA (Tratado de libre comercio de América del Norte y TMEC (Tratado México, Estados Unidos y Canadá) que sustituyó al anterior; Unión del carbón y el acero; OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo (1962), etc.

En 1992, en el contexto de esta dinámica, el gobierno del Presidente Salinas de Gortari, comenzó la gestión del tratado comercial más importante para México, (TLCAN-NAFTA) y, una vez firmado, entró en operación el 1º de Enero de 1994. En 2018, al inicio del primer periodo de gobierno del Presidente Trump, se revisa y pasa a ser el actual T-MEC. Estas revisiones obedecen a la normatividad establecida en el mismo, sin embargo, la inconformidad del presidente Trump, y su impulso de revisión e incluso de negación en sus discursos, se debe al gran cambio que ha venido registrando en los montos de intercambio de bienes y servicios, la Balanza Comercial entre nuestros países, de tal manera que los permanentes e históricos déficits de México hasta antes del TLCAN, ahora los registra la Balanza de EEUU. En la actualidad México ocupa el primer lugar, tanto en las importaciones como en las exportaciones de los EEUU.

En este orden de ideas, la preocupación por la imposición de aranceles a nuestras exportaciones hacia los EEUU y a Canadá, deberían ser inexistentes ya que, la normatividad establecida en los tratados, reduce la improvisación y el voluntarismo y prevé la solución de conflictos que surjan en la operación de los mismos, en paneles especializados. Desgraciadamente, no todos los dirigentes políticos, entienden ni la política ni la diplomacia en términos del “Deber ser”, sino del “Poder” y, con ello, del “imponer” a voluntad, su visión e intereses. En tales condiciones es muy probable que el garrote arancelario será el instrumento de amenaza preferido, en los próximos cuatro años.

Estas consideraciones que expongo, de ninguna manera desconocen los grandes problemas que existen en nuestro país, principalmente, la inseguridad y el narcotráfico (Drogas hacia el norte, armas hacia el sur) y la migración, en el contexto internacional.  Y, en lo interno, la degradación institucional y del estado de derecho y con ello, el impacto negativo en la actividad económica.  La IED (Inversión extranjera directa) nueva, ha disminuido y los índices de crecimiento y de empleo formal, también.



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